ADELA
- Creo que bebí demaciado. Siento que voy perdiendo la conciencia –camina un poco sin poder equilibrarse–. ¡Ups, joder! Casi que me caigo eh… –Voltea a ver a su mujer que está sentada en la cama–. Dicen que uno de borracho habla por demás –se ríe maniáticamente–. Mujer… por esta ocasión te permito aprovecharte de mi condición. ¡Pregúntame mujer!, ¡pregúntame! –Dice mientras va bebiendo lo poco que queda de su trago–.
- Mmm… –Adela, piensa silenciosamente por un instante (necesita hacer una pregunta que responda a muchas)– ¿Eres sincero conmigo?
- Excelente pregunta… –sonríe–. Trato de ser lo más sincero posible contigo. ¡No, miento!
–estalla en carcajadas–. Simplemente aparento para ganarme tu confianza, aprovecharme de tu amor, de tu compañía, de la alegría que me das, por muy corta que sea esta –ella se levanta y él se acuesta–, escucha… si te digo que te quiero y que te amo es solo por eso. ¡Eres débil, muy inocente, muy frágil! es tu cualidad de ser mujer… Ahora no sé si fue tu debilidad o inocencia, o fue mi capacidad de manipular, de seducir… Pero terminaste rendida ante mis pies. Es más, crees lo que te dicen por la forma en que te lo dicen, endulzando la voz y con una u otra caricia, ¡que no es por amor es por deseo, por satisfacer esta pasión carnal! Y caíste –la mira a los ojos–, caíste en mis brazos. Y no podrás marcharte porque no hay otro que te dé amor y te haga el amor como yo lo hago. Tu inseguridad a la final me conviene.
–extiende las manos y se las lleva a la nuca y hace como que mira al techo–, ¡Vístete, y déjame dormir! –bosteza– … Ah y lo olvidaba… mañana, sirve mi café temprano –dijo Don Juan a su “donna” tras unos tragos–.
–estalla en carcajadas–. Simplemente aparento para ganarme tu confianza, aprovecharme de tu amor, de tu compañía, de la alegría que me das, por muy corta que sea esta –ella se levanta y él se acuesta–, escucha… si te digo que te quiero y que te amo es solo por eso. ¡Eres débil, muy inocente, muy frágil! es tu cualidad de ser mujer… Ahora no sé si fue tu debilidad o inocencia, o fue mi capacidad de manipular, de seducir… Pero terminaste rendida ante mis pies. Es más, crees lo que te dicen por la forma en que te lo dicen, endulzando la voz y con una u otra caricia, ¡que no es por amor es por deseo, por satisfacer esta pasión carnal! Y caíste –la mira a los ojos–, caíste en mis brazos. Y no podrás marcharte porque no hay otro que te dé amor y te haga el amor como yo lo hago. Tu inseguridad a la final me conviene.
–extiende las manos y se las lleva a la nuca y hace como que mira al techo–, ¡Vístete, y déjame dormir! –bosteza– … Ah y lo olvidaba… mañana, sirve mi café temprano –dijo Don Juan a su “donna” tras unos tragos–.
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