EVO MORALES: UN CAUDILLO SIN RETIRADA

Franklin Aspety

 “Evo Morales se consolidó como un caudillo incapaz de concebir el poder sin él mismo en el centro”

 

Definir al caudillo no es tarea sencilla; intentarlo puede ser tan frustrante como buscar calidad de gestión en el gobierno de Luis Arce Catacora: simplemente no se encuentra. No obstante, para efectos de este análisis, entenderemos por caudillo a quien ejercen un liderazgo especial por sus condiciones personales. El caudillo emerge con fuerza cuando la confianza en las instituciones se derrumba. Su figura eclipsa a los partidos que lo rodean e incluso puede llegar a aplastarlos y subordinarlos completamente a su voluntad.

En la definición anterior se identifican tres elementos clave que le calzan como poncho a medida a Evo Morales, expresidente de Bolivia, personaje que no acepta el retiro del poder, obsesionado con su regreso y dispuesto a incendiar el país si no se le allana el camino:

Primero, Evo ejerce un liderazgo singular, centrado en su figura personal. Este liderazgo se ha visto envuelto en un aura casi mística, alimentado por el relato de origen indígena, el discurso anticolonial y la construcción de una narrativa que lo presenta como el “único salvador del proceso”. Sin embargo, a pesar de esta imagen, en lugar de contribuir a la reconstrucción democrática tras su salida, Morales se ha convertido en un actor fundamental del estancamiento político y la creciente polarización social.

Segundo, evidentemente, la figura política de Evo Morales se consolidó en un contexto de crisis institucional, cuando los gobiernos anteriores habían perdido legitimidad, respaldo ciudadano y capacidad de respuesta ante las demandas sociales. Morales supo canalizar ese descontento a través de una narrativa de reivindicación popular. Sin embargo, con el tiempo, él mismo se convirtió en aquello que decía combatir. Tras más de una década en el poder, fue su propio gobierno el que comenzó a erosionar la institucionalidad democrática, debilitando la separación de poderes, instrumentalizando la justicia y concentrando el poder en su persona. Hoy, lejos de ser un referente de estabilidad o renovación política, es uno de los principales responsables del deterioro institucional del país.

Tercero, y no menos importante, Evo Morales terminó devorando al partido que lo llevó al poder: el Movimiento al Socialismo (MAS); lo que alguna vez fue un proyecto colectivo con base sindical, campesina e indígena-popular, se fue progresivamente transformado en un partido de culto a la personalidad. Bajo su mando, el MAS dejó de ser un movimiento plural para convertirse en un aparato obediente, subordinado a los caprichos de su líder.

De ese modo fue que Evo Morales provocó la fractura interna del partido, al negarse a ceder espacios de liderazgo y al imponer su figura por encima de cualquier renovación. Su persistencia en mantenerse como figura central, incluso tras dejar la presidencia, generó tensiones irreconciliables dentro del partido y debilitó su cohesión orgánica. Esta dinámica no solo fracturó al instrumento político, sino que también contribuyó significativamente a la inestabilidad del país, al fomentar una crisis de gobernabilidad marcada por la polarización, el conflicto interno y el debilitamiento de la institucionalidad democrática.

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
UNA VERDADERA LACRA 14 AÑOS DE ODIO Y DERROCHE SIN PERSPECTIVA A FUTURO HAN LOGRADO UNA BOLIVIA MISERABLE . DONDE ESTE PEDOFILO QUIERE IMPONER SU VOLUNTAD PORQUE TIENE DINERO DEL NARCOTRÁFICO.
PUES BOLIVIA DIJO NO .