Luis Arce: “Estén advertidos: yo en octubre iré a hacerme mi revisión médica”

Franklin Aspety

Si a día de hoy Bolivia se encuentra sumida en una crisis política, social y económica, es en gran medida por responsabilidad del gobierno de Luis Arce Catacora; ciertamente un hecho que resulta innegable.

Quedó en evidencia que, como muchos políticos en campaña, solo presentó promesas. Para llegar a la presidencia de Bolivia el año 2020, Arce planteó un programa de gobierno sustentado en 13 pilares y 256 propuestas. Entre ellos, el quinto pilar, denominado “Soberanía económica”, contenía tres grandes promesas:

-          Una hace referencia a que los objetivos de la política fiscal, monetaria y cambiaria “se seguirán enfocando en fomentar el desarrollo económico y social, preservando la estabilidad macroeconómica, con el fin de mejorar la calidad de vida y el Vivir Bien”.

-          La segunda sostiene que la política fiscal continuará su rol redistribuidor del ingreso, favoreciendo principalmente a los sectores sociales más pobres y vulnerables, impulsando al mismo tiempo a los sectores productivos estratégicos y la ampliación de la infraestructura mediante inversión pública. “La meta en 2025 es un PIB nominal cercano a 60 mil millones de dólares o un PIB per cápita superior a 5 mil dólares”.

-          La tercera garantizará la sostenibilidad de la deuda pública, “que continuará encontrándose por debajo de los topes técnicos establecidos por organismos internacionales” (Opinión, 2020).

La intención del candidato era conjugar crecimiento, redistribución y estabilidad macroeconómica; sin embargo, la realidad posterior mostró una fuerte distancia entre el discurso y la práctica. En síntesis, el economista convirtió sus promesas en meras ilusiones y fracasó en su gestión de gobierno.

Tras este evidente aplazamiento, muchas voces bolivianas piden juzgar la mala administración del Estado, señalando como primer responsable a Luis Arce Catacora. En distintos espacios públicos incluso se especula que podría salir huyendo por la puerta trasera. Ante tales acusaciones, el mandatario respondió: “¿Por qué me voy a ir del país? ¿He robado, he matado? ¿Por qué tendría que huir? ¿He abusado de menores para irme del país?”

La manera de responder del mandatario refleja una evasión de la discusión central sobre su gestión económica y política del Estado, desplazando la atención hacia un terreno moral individual en lugar de uno de responsabilidad institucional. Tal parece que no quiere asumir ni dimensionar el daño que le causó a la población que alguna vez le otorgó su voto de confianza.

Si bien aseguró que no huiría del país, advirtió: “Estén advertidos: yo en octubre iré a hacerme mi revisión médica. No vayan a pensar que me estoy escapando. Los Arce nos quedamos en Bolivia”.

Tales palabras, que en otro contexto podrían despertar preocupación por la salud del mandatario, en realidad no generan empatía; más bien, alimentan aún más las dudas sobre su capacidad de asumir con seriedad la responsabilidad histórica que le corresponde.


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